Ni violencia, ni intemperancia

Agresividad, pero bien entendida

Enrique Borgarelli

Licenciado en psicologí­a

La crueldad en el ser humano como la intemperancia en el fútbol, ya no solo de los jugadores e incluso también de los técnicos, se vieron siempre. Pero hay que diferenciar lo que es agresividad de violencia. No hay un ser humano que pueda sobrevivir si no lleva consigo una dosis de agresividad.

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Una cosa es ir a la pelota con fuerza, intensidad, con rebeldía para adueñarse de ella, a ir con violencia y en forma artera hacia el adversario, por más que vayamos perdiendo o el rival esté jugando mejor que nosotros.

Si el bebé no expresa cierta agresividad cuando pretende tomar la teta de su mamá, no puede sobrevivir. El problema es cuando esa agresividad se torna crispación. Y la crispación proviene de una intolerancia a la frustración. Y es la frustración la que nos ayuda a crecer. El ser humano necesita de todo eso para vivir.

Si no tuviéramos problemas en la vida no habría manera de crecer. Seríamos como peces lánguidos en el medio de la mar.

Existe un cuento sobre un pueblo costero chino que se quedó sin pesca. Habían comprado un buque pesquero nuevo y ya en alta mar depositaban los peces en un piletón de la proa, pero cuando arribaban a puerto lucían desarmados. La producción no servía para comercializarla. Hasta que encontraron una curiosa solución. Para que los peces se mantengan vivos en el piletón les tiraban un tiburoncito. La pelea ahora por sobrevivir era diferente. Y así la mayoría llegaba vivo a puerto.

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El problema se suscita cuando la frustración no es aceptada como parte de la vida y nos lleva entonces a no evolucionar, por lo que sobreviene el enojo, la crispación. Pues hay que tratar de no someterse a ello.