Mano a mano con Carlos Marí­a Giménez

Ganar por nocaut en el ring de la vida

Peleó dos veces por el tí­tulo del mundo, Pero para llegar a esas instancias, hubo una lucha a brazo partido. De superación y mucha hunildad.

Por Stefanía Miranda / Estudiante de la Carrera de Periodismo en el Instituto Regional del Sur

Carlos María Giménez un nombre que se convirtió en un emblema para la historia del boxeo bahiense.

Pero, detrás de todo hombre hay una historia de vida. Le tocó luchar desde muy chico: limpió zapatos, vendió diarios, durmió en la calle. Jamás en su vida imaginó viajar por diversos países y mucho menos pelear por el campeonato del mundo.

Tuvo que soportar la humillación, la crítica, entre otras cosas de aquellos que no entienden de gratitud.

Desde lo profundo de sus recuerdos nos cuenta como fue el camino que lo cargó de tantas alegrías y tristezas.

Su autosuperación es un ejemplo para el boxeo, pero también para el round más difícil… El de la vida, que él supo darle pelea.

La elección de dedicarle la vida a ese deporte que lo llevó a lo más alto, no sólo se despertó por un sentimiento o una pasión.

Carlos nació en un lugar muy humilde, con una condición muy falta de cultura. Desde abajo la luchó, literal. No sé si el destino o cómo lo podemos llamar, pero lo hizo salir de la miseria.

Sus inicios se dieron en donde existió el famosísimo Salón de los Deportes de Bahía Blanca. Ahí de chico, hacía peleítas a 3 rounds donde le daban algunas monedas, que era como nada. Luego, en ese tiempo de aficionado hacía entre 20 o 30 peleas, a 3 round y después iban a 5.

Ya en el profesionalismo comenzó con los 6 rounds de 3 minutos cada uno. Fue un largo camino el que tuvo que recorrer para lograr lo que todo joven anhelaba, el éxito: “Mi deseo era como el de un chico que nace de un club futbolístico de acá y quiere ir a jugar a Boca o a River, por ejemplo” expresó Carlos desde el recuerdo.

En Buenos Aires vivió situaciones complicadas, tenía que pagarse el hotel y la comida. Y humanamente no estaba en condiciones, con lo que ganaba apenas le alcanzaba para comer.

Pero si hay algo de lo que él sí sabía, era pelearla. Así es que llegó a pisar por primera vez el Luna Park, increíble para él. No sólo por todo lo que ameritaba el estadio para el boxeo en ese entonces, sino porque tuvo la fortuna de conocer a enormes figuras del deporte como Carlos Monzón y Oscar “Ringo” Bonavena.

El hacía de preliminar en el festival de ellos, es decir la segunda pelea de la noche con 3 o 4 rounds.

“En una perdí con un tal Héctor Thompson, yo mido 1, 70m con taco alto (se ríe), este hombre era más chiquito que yo, pero tenía una velocidad… Yo tenía técnica para defenderme y atacar, pero no podía ganarle a nadie” señaló Carlos, resaltando una de sus principales características: el humor, el cual no perdió nunca.

Ya un poco más grande, consiguió una pelea por el título de campeón del mundo que fue cuando perdió muy mal y después de eso se tuvo que ir del país.

“Yo era campeón argentino y sudamericano con 23 años, y había perdido el campeonato del mundo con Pambelé… Me mató, me destrozó, me hizo pedazos. Acá en la calle, algunos resentidos me decían “chau Pambelé” o “cagón” y yo tenía que ignorar y mirar al piso o me tenía que ocultar con los lentes, mientras lloraba, no podía decir nada.” manifestó con dolor.

No soportó las cargadas de la gente, así que decidió irse a vivir a Buenos Aires, porque allá pasaba más desapercibido. Y ahí la pasó un poco mejor, pero todo se lo debe a una única persona que jamás le dio la espalda. “Gracias a él hoy estoy hablando con vos acá, él era comerciante de espectáculos y me consiguió la segunda oportunidad contra Pambelé y de esa pelea tengo esta herida” explicitó señalando su ceja izquierda.

En esa segunda pelea contra Pambelé, cuando iba a ser campeón del mundo… La mafia no se lo permitió. Así se puede leer en cualquier diario del país de esa época. El Clarín decía “La mafia le privó a Carlos María Giménez ser campeón del mundo”.

“A mí me dijeron “vos no hables nada, sólo escuchá” y yo fui una tumba, si llegaba a hablar ahora no estaría contándotelo me hubieran dado un tiro en la cabeza y listo. Le agradezco y estoy orgulloso de la prensa de mi país, ellos me dieron una mano” aseguró.

-¿Y cómo fue exactamente la pelea “robada” contra Pambelé?

-Con esta herida (se señala) conquisté mi país, porque la prensa, todos, dijeron que me robaron. Me dio un cabezazo, me abrió la ceja y el árbitro no le dijo nada y cortó la pelea. Así me robaron el primer campeonato del mundo, estaba arreglado para que yo no sea campeón.

"Te voy a contar algo que quizá no se sabe mucho, Pambelé campeón del mundo no sabía leer ni escribir, me di cuenta cuando firmamos el contrato de la segunda pelea porque él no firmó, sino que puso un sello con el dedo".


Su mujer, el cable a tierra

Como cualquier persona, Carlos necesitó de algún sostén para lograr superar todos los obstáculos en su camino. Su cable a tierra fue su esposa, la conoció cuando vivía en una pensión y ella trabajaba en una tintorería. “Todo lo que soy hoy en día se lo debo a ella, como hombre te digo, ella fue todo. Del 100% el 90 es de ella, y con el 10 me entrenaba, me cuidaba y peleaba” expresó sin poder evitar las lágrimas. Luego pusieron una tintorería juntos, porque ahí la conoció y ella ya tenía el oficio. Hoy en día ese lugar persiste y en él los dos.

“Siempre respeté mi profesión, ni con mujeres, ni en la noche, ni festejos, nada. El boxeo me sacó de la miseria”. aclaró con firmeza.

-¿Por qué eligió seguir la carrera de periodismo deportivo?

- Porque me gusta dar información, me gusta escribir. Y me quedó la idea de que siempre hay que estudiar. Siempre se aprende, y yo en la vida aprendí a agradecer, porque me lo dio todo.
No me gusta inventar nada, decir algo que no hice. Por eso lo que te conté es la pura verdad.

-¿Siguió una carrera como entrenador profesional de boxeo?

-Hice un poquito, pero no me dio la satisfacción, porque se fue perdiendo el interés acá y en el país. Cuesta llevarlo y que tengan continuidad, exigencia. Había puesto un lugar donde les enseñaba de todo a los chicos, 6 iban… Y un día iba 1 o 2. En el lugar había todo lo que se puede pedir, pero vendí todo y listo.

Sobre el boxeo en la actualidad Carlos opina que los chicos necesitan un buen gimnasio, un buen entrenamiento. Pero que no existe un interés, una continuidad. “Es una buena alternativa para los chicos que están perdidos, para sacarlos de la calle” señaló.
Para los que recién se inician en este deporte su mensaje es que tengan responsabilidad y exigencia.

Que se vayan superando día a día y sobre todo que tengan ganas de representar una disciplina tan difícil como es el boxeo.

Ante los fracasos que suelen suceder cuando uno recién se inicia, algunos chicos tienden a sentirse incapaces, sobre esto, Carlos reveló: “Yo nací en un lugar demasiado humilde, y jamás en mi vida pensé que iba a ser lo que fui. A los 30 años hice el primario, el secundario y me recibí de periodista deportivo, eso se llama superación…

No porque fui un “Carlos María Giménez” iba a quedarme así, faltaba algo interno”.

Se muestra tal cual es

Sonriente, simpático y charlatán. Carlos María Giménez es de esas personas con las que es imposible sentirse incómodo o extraño. Tal vez sea su buen humor el que inspira un aire de confianza. No importa cuán serio intentes ser a la hora de hablar con él, que te va a hacer escapar una sonrisa. Sabe valorar. Y a la hora de mencionar a su esposa, no puede evitar sentirse orgulloso y que los ojos se le llenen de lágrimas. Es francamente emocional y lúcido, quizás porque tiene bien en claro las lecciones de la vida. Sencillo, autocrítico, y sin pretensiones de demostrar más de lo que es.

Mirá el trailer de "El golpe final", el documental sobre la vida de Carlos María Gimenez realizado por Raúl Papalardo.