Los ojos del corazón

Hí©ctor Ricardo Aure

Periodista

Hay veces que para "sentir" el sentimiento hay que cerrar los ojos y taparse los oídos.

   Parece no tener sentido.

* * *

  "... venimo a alentar, en las buenas/ y en las malas mucho más...".

   Hiela. Aunque el viento ya no castiga como hace un rato, en estos escaloncitos de cemento todo se congela. Y todavía queda más de una hora para el principio.

   La TV manda, claro. Pero la hinchada no se resigna al confort y mucho menos a ver el partido lejos de la cancha. Por eso hay que saltar y aguantar entre tantos trapos al aire y algunas piñas de quienes pretenden ganar el espacio más visible para su bandera. El tiempo está como paralizado. Dentro de un rato, si el resultado no favorece, volará de repente.

   Hiela y la tribuna se llena. 

   Narices frías; ojos negros, marrones, claros. Ojos pintados, pieles tatuadas.

   Pelos cortos, largos, pelados. Teñidos.

   Chicas con jeans ajustados, demasiado ajustados. Rubias, morenas, teñidas... desteñidas.

   Los unos y los otros se abrazan bajo los mismos colores.

   En la tribunita que queda atrás del arco ya no hay lugar. Apenas unos centímetros entre el último peldaño y el alambrado.

   "Hay que gritar, hay que gritar...".

* * *

    Julio apoya su mano derecha en el hombro del flaco que renguea, que como puede camina por delante y que tiene un gorrito tipo Piluso. Acaba de pasar el último control policial y, por fin, está en el escenario de sus sueños: la cancha.

    Julio deja sus pelos onda Bob Marley al aire. Tiene lentes negros y un aro en la oreja izquierda. Es morocho. Camina y canta.

   "Hoy no podemo perder...".

   Canta y sonríe.

   Julio es uno más de los que vibran mientras el equipo sale a la cancha. El espacio se llena de papelitos cortados con paciencia sólo para esta ocasión.

   Julio llegó en colectivo desde Berazategui. Esta noche helada canta en Tres Arroyos y la próxima cantará en Avellaneda y la siguiente en Santa Fe.

   "Yo te sigo a todas partes...".

   Boulogne, Loma Hermosa, Ituzaingó, Palermo... Las banderas, nuevas y viejas, tapan todo lo que pasa en el arco, justo donde Julio soporta la avalancha después de ese tiro que rebota en el travesaño, pica en la línea y no entra de milagro.

   Cero a cero y no sirve: hay que ganar. Julio empuja con su voz.

   El tiempo vuela y en el descuento se va la última esperanza.

   "En las malas, mucho más...".

   Julio se va como llegó: cantando y apoyado en el flaco que renguea. Pero la vida de un hincha es así.

   “Te alentaremos de corazón...”.

* * *

   Esa noche del 20 de mayo de 2005 en Tres Arroyos, Julio tenía 27 años y sufrió por Racing pegado al alambrado del estadio de Huracán.

Julio es ciego de nacimiento.

 

Aquel partido

Huracán de Tres Arroyos (0):
Dulcich; Di Croce, D.Gómez, Lavallén, Imhof; Vannieuwenhoven (Elizondo), Natalichio, Dragojevich, C.Galván; López Rojas (Ganceo) y Caggiano. Director técnico; Luis Blanco.

Racing (0):
Lucchetti; Vitali, Cabral, Crosa, Pinola; Barrado, Falcón, Simeone, Pino (Mirosevic); Guerrero y Lisandro López. Director técnico: Guillermo Rivarola.

Arbitro: Gustavo Bassi.
 

Si además sos hincha de la Acade, esto también te va a emocionar...