El win derecho

Hí©ctor Ricardo Aure

Periodista

UNA PELOTA en un pie es como la vida: se la tiene  apenas un instante, y lo que más cuesta es aprender a disfrutarla como si fuera una eternidad. 

UN PIE es como un corazón y una mente yendo más rápido que la velocidad de la luz. 

EL ESPIRITU de un "buen pie" está más allá del tiempo.

* * *

Puerto Argentino, Malvinas, junio de 1982.

El pie derecho apenas se siente. Sangre y hielo en ese pozo donde el miedo es tan intenso que se vuelve una súplica de muerte. 

Gervasio Casquero aferra contra su pecho un arrugado recorte de diario. Pronto volverán el sol y la batalla. Tal vez sea la última. 

Curuzú Cuatiá, Corrientes, enero de 1982.

El pie derecho es un guante sobre esa pelota blanca, una "Tango" recién estrenada. Está lleno de vida. La acaricia con su empeine, la seduce con su planta, la invita a las más extrañas parábolas. 

Por esa punta de la cancha, en ese partido de prueba, Gervasio arranca aplausos de los cuatro costados, pero sabe que lo están viendo no sólo los hinchas. Siente que cada vez que la pelota llega a su pie derecho puede ser el paso que lo acerque al escenario que por ahora se conforma con ver en  “El Gráfico”, en la  “Goles” o, cada tanto, en la tele en blanco y negro de la cantina del club.

Ooooleeee...

Esa nochecita correntina, el partido era una excusa para que el Gervasio se luciera. Su fama había llegado a Buenos Aires, y de allí se habían venido los "caza-cracks" de varios clubes grandes.

Para don Laureano Gabilondo, que lo había visto crecer gambeteando víboras con su pelota de trapo, el Gervasio tenía más habilidad que Corbata y Houseman. 

"¡Cosa de locos!", decía el viejo, un ex ferroviario que se había pasado la vida en los trenes, viajando entre Corrientes y Buenos Aires, donde domingo de por medio repetía su ritual futbolístico. 

Gervasio, que estaba terminando el servicio militar, era uno de los cincos hijos de Anacleto Jacinto Casquero, un ex cabo del Ejército que nunca negó su pasión peronista y que en el 55, con la Revolución Libertadora, había caído en desgracia. Perseguido hasta el retiro, terminó de canchero en el club Belgrano, donde nacieran el Gervasio y sus tres hermanas.

Puerto Argentino, junio de 1982.

El pie derecho todavía tiene vida. Han vuelto las bombas inglesas, pero con la luz del nuevo día, que puede ser el último, Gervasio estira el recorte, lo relee y mira una y mil veces esa foto gritando un gol.

Curuzú Cuatiá, abril de 1982.

El pase a Racing era un hecho. Al final, era el que menos plata le había ofrecido, pero el Gervasio quería jugar con la camiseta que tenía puesta en el alma.

Tras una semana de licencia concedida por el director del hospital militar, donde estaba incorporado, juntó unas pocas ropas en una mochila y se fue haciendo jueguito con su ilusión sostenida en el pie derecho.

El tren hasta Retiro, las indicaciones para llegar hasta Avellaneda, amontonado en un colectivo. El estadio Perón (el "Pocho", como le decía su viejo al emblemático presidente), la primera práctica, la blanquiceleste en el pecho, sus gambetas, la inmediata citación para la pretemporada con el plantel profesional y el regreso a Curuzú, el partido de despedida, aquella foto entre la gente del pueblo que lo aclamaba y los augurios de don Gabilondo. 

--Vas jugar el mundial de Méjico 86. 

 Ese pie derecho pide gloria.

Pronto Gervasio supo que no todos los centros terminan en gol.  

De repente, otra vez en Buenos Aires, amontonado en la caja de un camión del Ejército. Enseguida, un interminable viaje hasta Malvinas.

Puerto Argentino, junio de 1982.

 La sangre se congela en la trinchera. Todavía perduran algunos gritos. Los ingleses están allí, con sus armas sofisticadas, con su arrogancia y con "chinos" que gritan y asustan. Gervasio no sabe que a lo lejos buena parte del país sólo "sufre" la derrota de la Selección ante Bélgica, en su debut en el Mundial de España. El, como muchos pibes, sabe de otra derrota.

* * *

Curuzú Cuatiá, verano de 2011.

El Gervasio ha juntado coraje para volver a Nuestra Señora del Pilar de Curuzú Cuatiá, la ciudad que Manuel Belgrano fundara en noviembre de 1810: tierra de leyendas charrúas y guaraníes hoy repleta de soja transgénica.

El Gervasio mira asombrado el monumento a los caídos en Malvinas. Y allí se queda él, que con mucho esfuerzo ha podido resistirse a engrosar la lista de los ex combatientes suicidados.  

Harto del olvido de unos y de la lástima de otros, recién ahora, que ha liberado de tanta bronca contenida por años, siente ganas de volver seducir una pelota, aunque sea con su pie izquierdo. 

 

Omar de Felippe, ex jugador y actual técnico combatió en Malvinas. No te pierdas algunas de sus relfexiones que dejó en una producción de Cancha Llena, de La Nación.

Sus sentimientos también se reflejaron en una producción periodística de DeporTEA. 

Y para cerrar este homenaje a la gesta de Malvinas mirá el video de Sobreviviendo, impecable producción de La Beriso junto al cantautor Víctor Heredia.