Compañí­as tóxicas

Que esos padres se vayan de nuestras canchas

Walter Gullaci

Periodista de La Nueva.

Domingo inmaculado. La tribuna, el mate, el verde césped, los pibes dando todo por sus equipos.

Un escenario casi ideal, aunque hecho trizas por algunos padres que confunden lo esencial. Su verdadero papel. El de acompañar a sus hijos, disfrutar con ellos esta etapa formativa, de maduración y crecimiento. Y también, claro, de sinsabores y frustraciones. Porque el deporte, como la vida misma, también entrega eso. Infortunios. Que seguramente servirán para moldear el espíritu, el temperamento, el carácter del chico. Y quizás hasta la autoestima de sentirse, alguna vez, autosuficiente.

Pero no.

A las exigencias propias de la competencia, que a partir de los 12 años empieza a incrementarse inexorablemente, surge esta mochila insoportable de la que muchos adultos deberían hacerse cargo. Y si no son capaces de asumir esa realidad, directamente apartarse de nuestras canchas. Por y para la salud del fútbol menor e infantil.

* * *

Los gritos desaforados, el insulto que agravia y humilla. Al árbitro, a un juez de línea, al técnico rival. A cualquiera.

"Boliviano borracho", "negro de mierda", "hijo de remil...".

O esos dirigidos a pibes, de 14 años, del equipo rival: "pendejo, porque no te dedicas a otra cosa", "horrible, sos horrible", "¿qué mirás guachito, qué mirás?".

O aquellos destinados a quienes visten la camiseta, supuestamente, propia. "¿Qué haces nene?, ¡pasaaala!", "poné pata viejo, no tenés sangre para nada".

¿Qué sentido encuentran estos energúmenos para que aflore tanta incontinencia y exabrupto verbal, semejante falta de respeto hacia el otro? Y lo que es peor, a sus propios hijos, quienes, en muchos casos avergonzados, deben agachar la cabeza ante hechos que involucran nada menos que a sus progenitores.

Quizás llegó el momento de que la Liga del Sur, los clubes y los árbitros decidan, de una buena vez, tomar medidas ejemplificadoras con tantos inadaptados que trastocan la esencia del fútbol de inferiores.

Primero un apercibimiento, después una "invitación" a que ese sujeto se retire de la cancha. Y sino, que se apele a la suspensión del partido en cuestión. Pero con la pérdida de puntos para la entidad que "cobija" a un individuo que no tiene ningún derecho a tensionar un ambiente netamente formativo.

O a condicionar a quienes sólo desean disfrutan a pleno ver jugar a sus chicos, al cabo los verdaderos y "únicos" protagonistas de esta historia.